*Sábado 23 de noviembre de 2024 / *Sábado 23 de noviembre de 2024 / 10 de noviembre de 2024*
*22ª Semana después de Pentecostés.*
*2 Corintios 5:1-10*
1 Porque sabemos que si nuestra casa terrenal, esta tienda, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos.
2 Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de nuestra habitación celestial,
3 si es que habiendo sido vestidos, no seamos hallados desnudos.
4 Porque asimismo los que estamos en esta tienda gemimos, agobiados, no porque queramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.
5 Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu.
6 Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor
7 (porque por fe andamos, no por vista);
8 pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor.
9 Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables.
10 Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.
*Lucas 9:37-43*
37 Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
38 Y he aquí un hombre de la multitud clamó, diciendo: "Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es mi único hijo.
39 Y he aquí un espíritu lo toma, y de repente clama; y lo sacude con violencia, haciéndolo echar espuma, y apenas se aparta de él, quebrantándolo.
40 Y rogué a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron".
41 Respondiendo Jesús, dijo: "¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros y os he de soportar? Trae acá a tu hijo".
42 Y mientras se acercaba, el demonio lo derribó y lo sacudió con violencia. Pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, sanó al niño y lo entregó a su padre.
43 Y todos se maravillaban de la grandeza de Dios.
*Comentario*
San Pablo nos sitúa ante una paradoja: nuestra existencia terrenal no es más que una tienda, una estructura temporal destinada a deshacerse. Pero esta "destrucción" no es un final, sino el preludio de algo radicalmente nuevo, una morada eterna que no es hecha por manos humanas. Aquí vemos la inversión fundamental del cristianismo: lo que parece perecedero y frágil —la vida, el cuerpo, la experiencia mortal— no es negado, sino absorbido por la vida eterna. La esperanza cristiana no es un escape del mundo, sino una transformación total, una reconfiguración de la realidad que es absorbida, comprendida, por una Realidad superior.
Jesús actúa: reprende al espíritu, sana al niño y restaura el orden. ¿Qué significa esto? Que la fe auténtica no es un consuelo pasivo, sino una fuerza transformadora que reconfigura la realidad misma. No es magia ni un "truco" para resolver problemas, sino una confrontación radical con nuestra propia incredulidad, que es el verdadero demonio a ser expulsado. Solo al enfrentar esta ver u nondad incómoda podemos comenzar a trabajar seriamente en nuestra fe.
Archimandrita Gregori
Misión San Tikhon – Ciudad de Buenos Aires
*2 Corintios 5:1-10*
1 Porque sabemos que si nuestra casa terrenal, esta tienda, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos.
2 Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de nuestra habitación celestial,
3 si es que habiendo sido vestidos, no seamos hallados desnudos.
4 Porque asimismo los que estamos en esta tienda gemimos, agobiados, no porque queramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.
5 Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu.
6 Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor
7 (porque por fe andamos, no por vista);
8 pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor.
9 Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables.
10 Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.
*Lucas 9:37-43*
37 Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
38 Y he aquí un hombre de la multitud clamó, diciendo: "Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es mi único hijo.
39 Y he aquí un espíritu lo toma, y de repente clama; y lo sacude con violencia, haciéndolo echar espuma, y apenas se aparta de él, quebrantándolo.
40 Y rogué a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron".
41 Respondiendo Jesús, dijo: "¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros y os he de soportar? Trae acá a tu hijo".
42 Y mientras se acercaba, el demonio lo derribó y lo sacudió con violencia. Pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, sanó al niño y lo entregó a su padre.
43 Y todos se maravillaban de la grandeza de Dios.
*Comentario*
San Pablo nos sitúa ante una paradoja: nuestra existencia terrenal no es más que una tienda, una estructura temporal destinada a deshacerse. Pero esta "destrucción" no es un final, sino el preludio de algo radicalmente nuevo, una morada eterna que no es hecha por manos humanas. Aquí vemos la inversión fundamental del cristianismo: lo que parece perecedero y frágil —la vida, el cuerpo, la experiencia mortal— no es negado, sino absorbido por la vida eterna. La esperanza cristiana no es un escape del mundo, sino una transformación total, una reconfiguración de la realidad que es absorbida, comprendida, por una Realidad superior.
Jesús actúa: reprende al espíritu, sana al niño y restaura el orden. ¿Qué significa esto? Que la fe auténtica no es un consuelo pasivo, sino una fuerza transformadora que reconfigura la realidad misma. No es magia ni un "truco" para resolver problemas, sino una confrontación radical con nuestra propia incredulidad, que es el verdadero demonio a ser expulsado. Solo al enfrentar esta verdad incómoda podemos comenzar a trabajar seriamente en nuestra fe.
Archimandrita Gregori
Misión San Tikhon – Ciudad de Buenos Aires
 
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